— Boludo, vos estás mal. ¿No te acordás de nuestro pacto? Toda una vida fiel al gato y a las trampas...Qué voy a hacer si me dejás sólo, ¿a ver? Esto es una traición imperdonable, querido... Las cosas que habrá hecho esta hija de puta para tenerte así...Estás hecho un pelotudo, Flaco.
— Ya sé, ya sé...Cortala, Enano. Soy un tarado. Pero estoy enamorado, boludo, qué querés. Y estoy seguro de que quiero hacer esto. Con ella, y ahora. Y vos, Enano, no te engañés, por más que yo me case no vas a dejar la joda.
— Ni en pedo. Entonces tenemos: tela, pintura, traje, flores y anillo. ¿No querés al Coro Kennedy también? Esto va a salir un huevo y la mitad del otro, nene.
— Tomémoslo como una inversión.
— Invertida te voy a dejar la cara a vos si seguís diciendo boludeces, Flaco.
— Eeehhh...no te pongas celosa, linda. Me tengo que ir, se me hace tarde para el laburo. Nos encontramos el domingo a las tres, ¿te parece? En la parada, como siempre.
— Ok, nos vemos ahí.
— Gracias, Enano. Sos una masa.
El Flaco está nervioso. Faltan diez minutos para que empiece el partido. Hoy Racing pierde, sin dudas. Cuando uno tiene tantos años de cancha encima, la derrota se huele a la legua. Pero no le importa, porque está enamorado. De Racing, a quien viene a ver todos las semanas, llueva o truene, nieve o granice desde hace 30 largos años; y de Cecilia, que le roba el pensamiento desde el primer día en que la vio revoleando una camiseta celeste y blanca en ese paraíso cilíndrico de cemento.
Hoy el Flaco juega la final de su vida. Cecilia es de esas minas de colores, de esas que te eclipsan. Aún hoy el Flaco no entiende cómo logró que una mujer así le diera bola. Brillante, bella, y, encima, de Racing. A veces, cuando Cecilia se viste de azul, el Flaco bromea preguntándole por qué el cielo bajó hasta aquí. Aunque ya haya escuchado el piropo mil veces, Ceci se ríe, pintando la vida del Flaco de mil colores diferentes. El Flaco quiere los colores de Cecilia en su vida para siempre.
Entretiempo. Racing pierde uno a cero, como era de prever. Es ahora o nunca, llegó su momento. El momento de los dos.
— Che, Enano...Antes de hacer esto, te quiero dar las gracias. Sin vos, esto no hubiera sido posible. Te quiero mucho, hermano. Sos de fierro.
— Ay, me hacés poner colorado. ¿Vamos?
— Vamos. A la una, a las dos...
Abren la mochila y posicionan la tela y el futuro del Flaco sobre la pared descascarada. Un futuro que está a punto de cambiar para siempre.
— Y a las...¡tres!
Ahora sí, como un arcoiris, el blanco y el celeste, Cecilia y el Flaco, brillan en el aire para siempre.
*Inspirado en hechos reales. [click aquí]